Lentamente se apagaba la vida del padre del nacionalismo vasco y hasta su hermano Luis llegaría a preguntarse por qué razón seguía n los médicos de Sabino negándose a proporcionar información certera. El 09 de junio de 1903, el propio Sabino, desde el balneario de Cestona, donde se encontraba tomando baños termales, le escribiría al Dr. Carlos de Iruarrizaga para comentarle de su mala condición física, puesto que a pesar de alimentarse adecuadamente, seguía perdiendo peso y su piel, ya con grandes manchas oscuras, ingresaba en un período de desmejoramiento.
En dicha carta asumió que Dios lo ponía a prueba, dado que no dejaba de sufrir un solo día de su vida. Se consideraba un elegido y agradecía al Altísimo por tal privilegio. Unas semanas más tarde recibía del mismo médico las indicaciones a seguir en Francia, en base a nuevos profesionales y distintos tratamientos. A finales de junio, Sabino comenzó a sufrir dolores muy fuertes de dispepsia junto con el crónico catarro gástrico. Siguió fumando pese a las restricciones que los nuevos médicos le impusieron y solamente pudieron acercarse a él, sus íntimos.
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