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Eneko Aritza, primer Rey Vasco y fundador del reino de la Vasconia

Quizás, el primer paso para la creación del reino lo diera su padre, Eneko Garseanes, cuando el 15 de agosto del año 778 derrotarra en la inolvidable batalla de Orrega al Emperador franco, Caralomagno. Garseanes perseveraba en su intento de unificar el poder de los díscolos caudillos euskaldunak para formar un frente común que posibilitara resistir los embates de los francos a través de la región aquitánica y por el sur, a los prepotentes musulmanes, ya dueños de la península ibérica.
Mas, el proyecto unificador no sería palpable sino hasta que Eneko Aritza, afirmando su poderío y habilidades para negociar con avaros invasores, entre montañas infranqueables y estrategias de persuasión, lograba imbuir a los suyos del necesario sentimiento nacionalista

Por siempre morador de sus comarcas pirenaicas y excelso conocedor de su propio nido de águila, rápidamente comprendió que su pequeño terruño sólo era defendido por los angostos desfiladeros en medio de una geografía condicionante hasta para los propios euskos.
Que su madre, tras enviudar, se transformase en la cuarta esposa del jeque moro Muza ben Muza (el Corán y el catocilismo convivieron como por arte de magia en Nafarroa por mucho tiempo) le dio a Eneko la medida exacta de sus posibilidades de reinar, puesto que su medio hermano, fruto de aquel casamiento, Muza ben Fortún haría las veces de valla infranqueable para las ambiciones del todopoderoso gobernador de Tudela, por supuesto, también musulmán.
De hecho, dos de sus cuatro hijos, Ona y Assona casaron con dos príncipes musulmanes y el nacimiento de más nietos, convertiría a Eneko Aritza en una suerte de rey componedor, escudado por parientes políticos impedidos ya por lazos sanguíneos de entablar batallas entre sí, por los entrecruzados intereses que al cabo de los años debieron defender.
De manera que, de aquel diminuto y primitivo bastión cubierto de selvas, convertía a Iruña, como capital del reino de la Vasconia, en esplendorosa ciudad, que transformaba a sus montañeses en rudos soldados siempre dispuestos a dejar la vida por una patria en ciernes.
Cuando la ancianidad hizo pesar su despotismo en Eneko, se retiró al Monasterio de Leire lo encontraría la muerte. Cercano a los ochenta años, legó el trono de la vasconia a su hijo Garsea, haciendo heredero a Galindo, el cuarto de sus legatarios, del condado de Jaca, otra defensa invulnerable para los invasores potenciales.
No obstante su inmensa fortuna material dejada a sus herederos, perduraría al paso de los siglos su subliminal mensaje dejado a las generaciones siguientes: SIN UNIÓN NO HABRÍA OFRTALEZA. Respondió el primer rey, con nobleza a su nombre y apellido. Eneko significa buen hombre, de buena estrella, el de más suerte y su apellido, Aritza, se emparenta conla dureza del roble, pero también con su nobleza.
Dejamos como colofón de esta nota la magistral descripción que de nuestro rey hiciese el notable Arturo Campión:
"Al mando de su pequeña navecilla navegó entre olas gigantescas y vientos arreciadores. Alzada que estuviese la cruz sobre el mástil y en la proa la luz de la esperanza chisporroteando por las olas al salpicar, condujo la tripulación a puerto seguro. Esquivaría decenas de arrecifes hasta llegar a las doradas arenas con más héroes que el caballo troyano".
LUIS LÚQUEZ
¡AGUR!

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