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La guerra civil española y sus graves consecuencias para Euskadi - Primer módulo

Entre el 17 y 20 de julio del año 1936 estallaba en la península ibérica y al mismo tiempo en el Protectorado español de Marruecos, una sublevación militar pergeñada hasta en sus mínimos detalles por grupos fascistas de extrema derecha. La intención era acabar a través de un golpe de estado, con el régimen republicano para derogar la Constitución democrática vigente desde el año 1931.

Con el "inestimable" apoyo de los sectores más conservadores de la iglesia católica española, de buena parte de Europa y de los Estados Unidos de Norteamérica, el criminal Francisco Franco se proponía aniquilar los "movimientos rojos", (en clara alusión al comunismo soviético con cierta injerencia en distintos sindicatos y partidos de izquierda regionales) y acotar hasta su mínima expresión a los gobiernos autónomos.

En  el caricaturesco horizonte ideológico del genocida, vascos y catalanes asomaban como los adversarios a derrotar y evitar de tal modo que los intentos separatistas prosperasen en pos de mayor autonomía. De hecho, ya gozaba Catalunya de tales privilegios a través del Estatuto refrendado en el año 1932. En cambio, en Euskadi, el proceso de autodeterminación, tras arduas negociaciones y no pocas controversias, se había concretado recién en febrero de 1936, cuando el FP (Frente Popular) triunfara en los comicios celebrados.

Una comisión parlamentaria presidida por el nacionalista Indalecio Prieto se había encargado del proyecto del Estatuto de Autonomía de Euskadi, que lamentablemente, cinco meses más tarde quedara abortado por el nefasto golpe de estado.
En cuanto a las causas que llevaron al fascista a apoderarse por la fuerza de las armas del régimen republicano, algunos historiadores afines a su ideología le han quitado entidad al protagonismo cobrado por las distintas autonomías regionales para hacer hincapié en la terminal crisis estructural padecida por España en las tres primeras décadas del siglo XX. Si verdad rotunda resultara que la dictadura del catalán Primo de Rivera se había mostrado impotente para vertebrarse  con éxito a los cambios impuestos por las sociedades europeas, no menos cierto resultará que la penosa frase pronunciada por Franco nos ahorrará todo tipo de elucubraciones al respecto: "Antes que una España roja, prefiero una España rota", sentenció a través de la radio y por cadena nacional la tarde que el traidor general navarro, Emilio Mola, ya posicionado al frente del Estado Mayor y nombrado Director General de Operaciones Militares, había hecho lo propio horas antes al declararse su aliado incondicional.

Cabe aquí detenerse en el primer grave error histórico cometido por el gobierno republicano de Largo Caballero y sus principales aliados estratégicos (vascos y catalanes) cuando los golpistas no las tenían todas consigo. Trasladaron de urgencia al general Mola desde Marruecos dando por sentado que se trataba de un militar vasco que defendería los intereses de la República desde la Comandancia Militar de la Plaza de Iruña. Es historia lamentable y archiconocida que sería el propio general quien coordinaría los hilos de la conjura, al poner a disposición de Franco buena prate de los mandos medios de los ejércitos del Norte y un importantísimo número de generales desleales a la constitución
Por su parte, el también alzado Coronel Alonso Vega,  sumaba  su Guarnición de Gasteiz al avance sobre Madrid. No obstante, contra todos los cálculos previos a la asonada militar, Gipuzkoa se convertiría al paso de las semanas en una provincia indócil y conflictiva para los intereses de Franco. A través de radio Donostia, el PNV difundió su primer comunicado desconociendo todo intento golpista, al tiempo que refrendaba  su total apoyo a la Republica. Dicho documento estaba firmado por el controvertido dirigente vasco, Manuel de Irujo.

Mientras tanto, diversas organizaciones sindicales manifestaron en las calles, repudiando el golpe, agrumándose en milicias comandadas por el leal Comandante Pérez Garmendia.

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