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Problemáticas que los descendientes de vascos no abordamos. Profesor Luis Lúquez

Ciertamente, la sociedad vasca no se ha caracterizado por la simpleza con que vivió y vive. Y para corroborarlo sólo deberíamos remitirnos al comienzo de su propia historia hasta nuestros días. Sin embargo, el punto esencial e ineludible de este trabajo no consistirá en realizar un balance entre defectos y virtudes, entre derrotas y triunfos o en encolumnar de un lado y otro a aliados e invasores.
Sí, incomoda sobremanera que casi un centenar de entidades vascas asentadas en la República Argentina, oficialmente reconocidas por el gobierno de Euskadi, más una veintena que en calidad de suplentes aguardan por su homologación, aborden con reiteración y terquedad propia de la etnia, todas las cuestiones referidas a usos, costumbres y cultura  general hasta la frontera misma donde el siglo XIX declinaba protagonismo.

 Entendemos como harto necesario seguir difundiendo todos los conocimientos que hicieron a la Historia de nuestros ancestros (escrita por propios y extraños, por provascos y antivascos, también): Várdulos, Caristios y Austrigones no podrán faltar jamás en ninguna disertación que intente aportar documentación relacionada con el nacimiento de quellas tribus euskas. Tampoco la romanización podría faltar a la cita porque de otro modo modo incurriríamos en el falseamiento de los hechos. El caudillo Eneko Garseanes y aquella gloriosa gesta cuando Carlomagno bebiera del trago amargo de su primera derota militar en la Europa continental, en el paso de Orreaga (agosto del 778) ocuparán lugar preponderante, sin dudas, así como la actuación que le cupo en aquel pasado de gloria a su hijo, ENEKO ARITZA, devenido luego primer rey navarro.

El bajo medioevo, así como el período final antes de ingresar a la Era Moderna resultarán  materias insoslayables a la hora de explayarnos sobre bondades y miserias de aquellos Parientes Mayores que enfrascados en luchas banderizas sin final sumieron en el caos, la humillación y la pobreza a un sociedad huérfana de apoyos y sometida al yugo feudal. La enumeración, entonces, de ítem's invalorables de aquellas sociedades no podríamos sintetizarlas en una veintena de líneas, salvo para dar una idea del incalculable valor histórico de una etnia varias veces milenaria.

El nudo gordiano donde se revela nuestra comprometida posición tiene que ver con que desde el nacimiento mismo del siglo XX poco y nada hemos dicho ni hemos puesto a consideración de quien o quienes necesitan avanzar en la historia euska sin desplazar lo ya conocido. De los nacionalistas del mil novecientos noventa conocemos casi todo. De hecho, muchos abrevamos del "nacionalismo" bien entendido de los religiosos Resurrección María Azkué y Koldo Mitxelena y también de los hermanos Arana Goiri, pero descartamos de plano el "ultra" que en ellos vivía por aferrarse al dogma que para "ser buen vasco era menester odiar al español". Y tomamos al antivasquismo del genial don Miguel de Unamuno y su guerra sin sentido declarada al Euskara, como una muestra más, por si falta hiciese, que lo que no mata, fortalece
Pero, hete aquí, que en Europa se generaban cambios drásticos (Primera Guerra Mundial y sus nefastas consecuencias), donde los reposicionamientos fueron permanentes y profundos, tanto políticos como económicos y sociales. Tras la caída del dictador Primo de Rivera, la conformación de la nueva República española traería aparejada la consolidación de las autonomías vascas y catalanas con el consiguiente resquemor por parte de los sectores conservadores de la sociedad española y la Iglesia misma. De hecho, Catalunia gozó del breve período de gobierno autónomo reconocido por la República española y Europa misma. En tales mieles se endulzaba la sociedad vasca con su gobierno autónomo en acción, recién establecido cuando un genocida sin parangón lanzara su pensamiento más básico y criminal: "ANTES QUE UNA ESPAÑA ROJA, PREFIERO UNA ESPAÑA ROTA", dijo al desatar la cruenta guerra que para los vascos duraría más de mil días en el mismísimo Euskadi.

Y allí pareció detenerse la historia (con miles de vascos muertos, entre hombres, mujeres y niños, con otros tantos heridos y desaparecidos, más la interminable migración hacia donde el destino les asegurase, al menos, seguir con vida) como tema a tratar en entidades vascas. ¿Por qué callamos?. ¿Por qué nos empeñamos en esconder bajo la alfombra las miserias que como cualquier sociedad, la vasca tuvo, tiene y tendrá?. Seguramente, porque las guerras carlistas ya habían dejado secuelas imborrables en aquellos mayores que llegaron al país en los siglos XIX y XX y quizás porque Áraba y Navarra apoyaron institucionalmente el golpe militar del dictador Franco. Por supuesto, las razones son atendibles y entendibles, mas, no determinantes para que el silencio se prolongase en eterno.
¿Acaso, no estamos preparados intelectualmente para abordar una temática con peso específico propio?, ¡claro que sí!, por mucho que las traiciones hayan estado a la orden del día y setenta años más tarde muchísimas heridas sigan supurando rencores enquistados como astillas debajo de la uña.

Pero, es que allí, en la mal llamada Guerra Civil Española no acabarían los pesares de una sociedad ciegamente castigada por propios y extraños. Los albores de la década del sesenta, en el siglo pasado, pondrían a prueba la capacidad de resistencia del pueblo vasco cuando un desprendimiento intelectual del Partido Nacionalista Vascos (los profesores universitarios Julen Madariaga Y Txillardengui fueron sus líderes) diera lugar al nacimiento y protagonismo de ETA. Su notoria transformación y desvirtuamiento de los argumentos con que naciera sometieron a Euskadi a su criminal accionar, tiñiendo a su sociedad con un nacionalismo inaceptable, color  sangre siguen siendo materia pendiente de análisis en la diáspora vasca en la República Argentina.

No es bueno gritar a los cuatro vientos los defectos de una sociedad que amamos en su conjunto, porque de ella provenimos y con ella nos identificamos, pero tampoco habrá mérito alguno en demorar los estudios pertinentes que hacen al siglo XX. Es demasiado lo que ignoramos, aunque es mucho lo que sabemos y entonces, ¿por qué no apreciar la mitad del vaso lleno y comenzar a descorrer con autoridad el telón de la niebla que nos impide ver?

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