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Guerra Incivil Española. La desaparición del Presidente Agirre. Prof. Luis Lúquez Minaberrigaray

Cuando los permisos para viajar por Europa en tiempos de guerra eran casi imposible de conseguir, el lehendakari José A. Agirre, a través de su secretario particular, Pedro de Baldasúa, solicitaba en el Ministerio de Asuntos Exteriores francés, el salvoconducto para trasladarse a Bélgica, bajo el argumento de tener que atender el delicado estado de salud de su madre. El salvoconducto, en sí mismo, era un trámite plagado de burocracia, que podía llegar en cualquier momento o nunca. Así lo admitiría el mismísimo Baldasúa en su trabajo titulado CON LOS ALEMANES EN PARÍS y CRÓNICAS DE GUERRA Y EXILIO.

En el mismo "dossier", Agirre hacía mención a la viudez de su madre y a su propio suegro, Constantino Zabala, próximo ya a viajar a América. Sorpresivamente, el 18 de abril de 1940, le llegaba a Agirre la autorización correspondiente y el día 08 de mayo emprendía el viaje.

la Historia posterior ubicaría a Agirre, viviendo ya en la ciudad de La Panne, muy cerca de los acontecimientos determinantes de la Segunda Guerra Mundia, puesto que el 10 de mayo, los nazis lanzaban su ofensiva general contra el frente Oeste de Europa, aislando por completo al Ejército aliado, que quedó encerrado en Dunkerke, próximo a la ciudad donde residía Agirre.

El viaje de Agirre, o su escape, según la óptica con que se lo mire, había resultado ser el compendio perfecto de la imprudencia puesta en marcha. Y si no leamos las conclusiones del consejero general para América del Sur, republicano y vasco Ramón María de Aldasoro, cuando vertiera su opinión en una carta a Leizaola:

"Estoy perplejo por el desmedido aturdimiento y optimismo con que hemos estado viviendo los dirigentes políticos vascos. había que estar ciego y sordo de toda ceguera y sordera para no entender que Bélgica iba a ser invadida inmediatamente. No comprendo las razones por la que nuestro lehendakari ha partido hacia allí, salvo que existan motivos que desconocemos".

Al cabo de los años llegaría la respuesta de Agirre: "El lugar siempre nos pareció seguro y de hecho los rumores indicaban que el siguiente ataque alemán se produciría en Yugoeslavia. Lo que muchos consideraron cobardía o locura, significó para mí la salvación. Dios me ha guiado en forma asombrosa, paso a paso, día a día, en medio de inverosímiles aventuras, pero poniendo a mi servicio en cada lugar aquella persona o circunstancia que era necesaria".

Cuesta aún, mucho trabajo interpretar y/o justificar a Agirre, abandonándolo todo cuando decenas de dirigentes eran fusilados por el fascismo de Petain y de Franco. la Historia aún no da su veredicto final, aunque el interminable cruce de acusaciones posteriores entre Agirre y Prieto nos dejaría más interrogantes que certezas. Claro que a los hombres y su gestión siempre será necesaria abordarla en el contexto histórico en que sucedió.

En otro orden de situaciones, se mixturaban por aquellos días toda suerte de rumores y falsa propaganda para confundir a los altos mandos militares de los países invadidos, evidentemente.


EL AVANCE ALEMÁN NO CONOCIÓ FRONTERAS:

Los bombardeos alemanes a la La Haya y Rotterdam determinó la rápida caída de Holanda y el repliegue total de las tropas belgas a la espera de la llegada de los aliados prometidos. Contará Agirre su impresión de los que viera desde el departamento en el que vivía escondido:

"Aquel desfile de tropas diezmadas y desmoralizadas era continuo y perverso para mi estado de ánimo y el de mi madre. me causaba pobre impresión verlos marchar dispersos, desordenados y mixturados en batallones de distintos orígenes".

Cuesta entender todavía como pudo Agirre, ya con los alemanes requisando cada casa en busca de dirigentes refugiados, convocar a la pequeña colonia vasca en Bélgica para organizar un nuevo escape.

 La salida de Agirre, de Bélgica, junto a otros cincuenta vascos, sufrirá retrasos ciertos debido a la velocidad con que se suscitaban los acontecimientos. El camino rumbo a otro exilio lo compusieron trece mujeres, siete niños, cuatro sacerdotes y veintiséis hombres bajo severo bombardeo alemán. Esto sucedió, al decir de Agirre:

"Alrededor de las ocho de la noche llegamos a la frontera. El espectáculo era impresionante y dantesco. Una muchedumbre despavorida y anhelando escapar, se aglomeraba contra las barreras fronterizas. Conseguimos llegar hasta ella, pero ya la habían cerrado. Un fuerte cordón de uniformados nos impedía el paso de quienes tratábamos sólo de salvar nuestras vidas".

Efectivamente, según datos históricos, esas barreras no fueron levantadas sino al día siguiente (mayo 18) y al parecer, sólo Agirre tenía la documentación en regla. El resto del contingente no logró pasar y se hizo meritorio aquí el gesto del propio lehendakari cuando al negarse a proseguir solo, decidió compartir la suerte de sus connacionales.

Un día más tarde, Badasúa enviará un telegrama con carácter de urgente a la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, solicitando la autorización para el traspaso fronterizo de toda la comitiva vasca. De inmediato, el 22 de mayo, Aldasoro en Buenos Aires, Indalecio Prieto en México, Intxausti en Nueva York y Lizaso en Londres iniciaron ingentes gestiones para evacuar al presidente vasco.

Cuesta entender todavía como pudo Agirre, ya con los alemanes requisando cada casa en busca de dirigentes refugiados, convocar a la pequeña colonia vasca en Bélgica para organizar un nuevo escape.

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