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Los Vascos en la Buenso Aires Colonial 1780-1820. Prof. Luis Lúquez Minaberrigaray

Todavía no se dicho todo sobre el notable protagonismo que le cupo a la etnia vasca en la colonia de Buenos Aires durante las cinco décadas abarcativas de la segunda parte del siglo XVIII y comienzos del siguiente. Hacia el año 1750 ya habían arribado al puerto de Buenos Aires colectivos importantes no solamente de vascos, sino también de gallegos, asturianos y catalanes, tomando distancias de una Corona que no los representaba en sus aspiraciones.

En lo referido a nuestros ancestros, habían llegado ciudadanos de las tres capas sociales y que por supuesto, tendrían distintas posibilidades de desarrollo, no sólo en la Colonia, sino también en regiones donde los originarios de la tierra, de algún modo lograban ser contenidos. Alambradores, poceros, fabricantes de ladrillos y tejas coloniales (o musleras, las que en Euskadi se doblaban sobre el muslo cuando la arcilla aún estaba caliente) y vascos criadores de ovejas, junto a otros que sabían del oficio del tambero, rápidamente consiguieron hacer de esta región, la propia, algunos trayendo a sus familias ya constituidas y otros, formándolas aquí.

En el comercio se destacaría nítidamente un vasco de la provincia de Áraba, don Gaspar de Santa Coloma, a la postre, poderoso propietario del almacén de ramos generales de todo aquel Buenos Aires, que ya tenía una población estimada en alrededor de 8 000 habitantes. Sería Santa Coloma quien se haría cargo de un niño que con tan sólo once años arribaría a Buenos Aires en el año 1765 y que luego tendría notable protagonismo en los sucesos de principios del siglo XIX: don Martín de Álzaga y Olavarría. Que Santa Coloma y Mateo de Álzaga fuesen amigos de la infancia, allá en su tierra natal, haría, por supuesto, de nexo imprescindible entre el menor de once hermanos y una tierra que sólo prometía venturoso futuro a una familia diezmada en su poder económico por las pestes que asolaban la península y una Corona en declive permanente económico/comercial.

Otro elemento que potenciaría la extraordinaria presencia de la etnia de nuestros mayores, cuando el siglo XIX nacía, sería la presencia de la marina inglesa en aguas del Río de la Plata y no con fines pacíficos, precisamente. Desde principios del año 1806, el virrey Sobremonte abogaba por la creación de milicias voluntarias urbanas, que sería (su plan de defensa de la ciudad) el primer detonante de importante entre los enfrentamientos continuos que tendría con el mencionado Martín de Álzaga, convertido para ese entonces en notable protagonista de político de la época, al punto de ser nombrado poco tiempo después, Alcalde de Primer Voto.

Recordemos que Álzaga, a la par que ostentaba cargos públicos, era el poseedor oficial de las cartas de navegación Cádiz-Buenos Aires

Álzaga consideraba que la colonia estaría mejor protegida con fuerzas permanentes que excedieran el voluntariado y por esa razón pretendía que los batallones fuesen asalariados.

Zanjadas algunas diferencias entre las máximas autoridades de la Colonia, para mediados de setiembre de 1806, el Batallón creado constaba de nueve compañías, a saber, entre otras:
1-1 COMPAÑÍA DE CAZADORES CORRENTINOS 320 Efectivos.
2- 1 COMPAÑÍA DE CASTELLANOS VIEJOS 440 Efectivos
3- 2 COMPAÑÍAS DE ASTURIANOS 330 Efectivos
4- 5 COMPAÑÍAS DE BISKAITARRAS Y NAVARROS 1350 Efectivos

Entre los principales sostenedores económicos de la Resistencia encontraremos poderosos comerciantes de la talla de Anselmo Sáenz Valiente y Juan Martín de Pueyrredón.

 

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