Texto

Vicente de Amézaga

Analizado desde el Período Neolítico, Amézaga nos indica que el individuo que habitara los actuales territorios vascos ya no mataba animales indiscriminadamente en su afán de alimentarse, sino que comenzó a acorralarlos, a los que luego domesticaría, fundamentalmente caballos y bueyes. En esta etapa de la Historia aparecerán las ovejas, los gansos y otras especies volátiles junto a los primeros indicios del cultivo de cereales.
Como muestra de cuanto afirmamos, Amézaga ha citado a la cueva de Lementxa, en la zona de Lekeito, puesto que allí, en sus profundidades fue descubierto una especie de molino construido por dos piedras de asperón. Una cóncava y la otra a modo de bola con la que seguramente se molían los granos que se cosechaban en los territorios euskos.
También han quedado pruebas que aquel hombre incrementó su vida social, dado que tanto la caza como el pastoreo permitieron que las comunidades se establecieran ya para la Edad de Cobre (unos 2000 años de la Era Cristiana).
Según surge de las notables investigaciones del no menos notable Bosch Gimpera, rector de la Universidad de Barcelona y uno de los antropólogos más sobresalientes contemporáneos, el hombre vasco se encontraba ya, perfectamente diferenciado de los "capsienses", vale decir del individuo básico peninsular.
Para esa época, aparecieron los dólmenes, monumentos funerarios formados por varias piedras de gran tamaño sin labrar, colocadas verticalmente sobre las que reposa una o varias horizontales que las cubren. Estos monumentos tuvieron como particularidad que su ingreso estaba establecido siempre en dirección hacia el Oriente. Junto al cadáver quedaban enterrados vasijas, amuletos, trozos de cristales y demás pertenencias, presumiblemente del difunto, objetos que los vascos utilizaban como símbolos religiosos o de culto, coincidiendo en la creencia "del más allá", al igual que otros pueblos, de otras razas y edades. También colocaban junto al muerto una serie de ofrendas que suponían le servirían para el viaje a emprender sin retorno (a igual que los egipcios), además de alimentos para el último peregrinaje. En cuanto a la cerámica, su producción se irá intensificando en cuanto a producción y los estilos aparecerán estilizados y afinados. Han quedado ejemplares de CERÁMICA TOSCA, simple y sin adornos, junto a vasos de perfil en S, muy abundantes en el País Vasco, tallados con diferentes dibujos, incluso vasos campaniformes.
Se incrementarán, también, los progresos en la Agricultura, según los testimonios de la azadilla de Bidarte y porque estamos hablando ya de utensillos y/o instrumentos de laboreo, Amézaga aprovechará la ocasión para hablar de la antigüedad del Euskara, dado que todos ellos llevan adosados en sus nombres la palabra AIZ (piedra). Así, vemos que:
AITZKORA - hacha
AITZUR - azada
AITZO - cuchillo
ZULAKAITZ - cincel
El hecho cierto que todas estas palabras remitan a peña o piedra significa en sí mismo que la lengua que los mencionaba databa de gran antigüedad, es decir a miles de años en una época prehistórica que no ha conocido ninguna de las lenguas hoy existentes en Europa. cabrá otro registro histórico que a criterio de Amézaga ha determinado el notable grado de condicionamiento que generaba en el hombre vasco tanto misterio generado por el Universo. Aparecen los fenómenos atmoféricos como:
ORME - rayo
OZMIÑARRI
OÑEZTARRI
TXIMISTARRI
Donde el elemento ARRI utilizado denotaba el culto al meteorito (la piedra que había caído del cielo y a la que se reverencia, entonces, como una ofrenda de la divinidad).

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