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LA NOCHE DE SAN JUAN, RITUALES Y CREENCIAS - Profesora Txarito Naya

En los rituales y creencias vascas, la manifestación del solsticio de verano en noches mágicas y portentosas, en las que el sol, en el hemisferio norte permanece por mayor tiempo a la vista del ojo humano, hará que el período de tinieblas sea el más breve del año. Por tanto, dará lugar a distintas celebraciones respecto de creencias, mediante ritos en los que el pueblo se manifiesta en torno al fuego, al agua y los árboles. Así será como toda acción que se produzca en este lapso de tiempo, será efectiva.

Los ritos agrarios, los augurios de bonanza y también los ruegos al amor tendrán lugar en dichos ritos. La vida, entonces, parece desplegarse plena, junto al goce y las celebraciones y de hecho, se agradecen los dones recibidos a través de distintos rituales donde se muestra la abundancia regalada por la naturaleza, coincidiendo con el mayor esplendor de las cosechas.

El verano y su ciclo festivo se inician a la medianoche del 23 de junio con la Fiesta de la Noche de San Juan, antiquísima celebración datada mucho antes que los vascos adhiriesen al cristianismo. Se trata de fechas ligadas a la naturaleza, basadas en milenarias creencias, yuxtapuestas al santoral católico, que aún hoy, prevalecen. Por supuesto, todos los habitantes de cada pueblo participan. No hay espectadores, puesto que son parte de la fiesta.

CREENCIAS: Para el pueblo vasco, el fuego ostenta un poder vivificante devenido del sol para trocar lo viejo en nuevo. Es así como solemos ver a las madres cómo arrojan a la hoguera el primer diente que ha cambiado su niño, pidiéndole uno nuevo, pronunciando una frase particular del euskara: TORI ZAHARRA ETA EKATZI BERRIA (Toma el viejo y dame el nuevo).

Durante las celebraciones, también se queman espantapájaros o muñecos realizados por niños en edad escolar antes de finalizar el período de clases y se le adjudica el daño que recibió el pueblo o alguno de sus moradores, cansados por la inoperancia o mala acción de los funcionarios.

Antes del anochecer se cuelgan las frazadas en las barandas de los hogares, suponiendo que el rocío de la noche las protegerá del ataque impiadoso de las polillas. Por otra parte, la creencia asociada al agua es tan importante como el temor al fuego. San Juan Bautista, santo al que se dedican los festejos, fue quien bautizó a Cristo en el río Jordan, por ende, en esa noche, el agua de ríos, manantiales, fuentes y el rocío mismo, poseen virtudes mágicas.

RITUALES: Al despuntar el sol, las mujeres concurren al río o fuente más cercana para mojarse la cara, manos, piernas y pies para estar "guapas" todo el año. Finalizada esta ceremonia, corren presurosas al bosque más cercano para cortar ramas de LIZARRA (fresno), ELORRI (espinos), ARITZ (roble). Con ellas harán grandes ramos que luego se colocarán en la puerta de cada caserío.

Los vascos creen absolutamente que las cenizas de estas ramas, una vez frías protegerán al caserío y sus moradores de cualquier clase de pestes y granizos (el respeto a la naturaleza y sus designios sigue siendo absoluto). En paralelo, se confeccionan ramos de menor tamaño en los que incluyen flores silvestres blancas, lino, espigas de trigo y hierbas, y que son llevadas por las mujeres y los niños de corta edad a la Iglesia. Allí, el cura las recibe para bendecirlas, junto a los presentes y depositarlas en la Sacristía. Este ritual, en la creencia vasca asegura un año con buena salud y protección.

En caso de necesidad, las familias retiran las hojillas secas de los mismos ramos depositados para realizar rogativas o infusiones contra las enfermedades. Más ramas de Argoma (arbusto de flores amarillas, similares a la retama), cortadas con anterioridad y ya secas, serán acarreadas en los carros destinados para el trabajo rural. Esta ceremonia será presidida por el Alcalde o la persona de mayor edad en el pueblo.

Para las diez de la noche, después del repique de las campanas o el sonar de los cencerros de los animales, los Txistularis interpretaban el "Zortziko" de San Juan, cuando las fogatas se encendían. Esta ceremonia se lleva a cabo en el sitio más alto del pueblo o en el cruce de caminos, para que pueda ser observada a la distancia. Nuevamente, las cenizas de las ramas benditas del año anterior, durante la jornada de San Juan son colocadas en las puertas y ventanas de los hogares, que de tal modo, quedarán protegidos de los rayos y el granizo.

Hacia la medianoche, con las brazas a punto para quienes quieran saltarlas, invocando a San Juan. Al cabo, se dará inicio a la fiesta, que estará a cargo de los jóvenes y el tabernero del lugar, al tiempo que será acercado un barril con sidra o un pellejo de vino para compartir entre todos los presentes.

El fuego de los festejos en la noche de San Juan prevendrá las desgracias, enfermedades, mordidas de culebras y hasta el ataque de las comadrejas y a resguardo quedarán de todo animal dañino para el ganado y las aves de corral. Cuando despunta el sol se dejará de atizar el fuego y mientras las brazas se van apagando solas, los festejantes regresarán a su hogares para acicalarse y asistir a la misa para recibir la bendición del santo. Concluida ésta, darán comienzo las ERROMERÍAS, que sólo encontrarán final con la puesta del sol del día siguiente.

Si algún familiar o amigo se encontrara enfermo o impedido de asistir, los jóvenes se encargarán de adornar las puertas y ventanas de su casa con ramas de ARGOMA. Finalizada la misa, el sacerdote pasará a bendecirlas, los saludará y les adelantará algún convite de la Erromería.

En la noche mágica, plena de benevolencia, los enamorados esperarán las respuestas de la naturaleza. Si se abrieran los pétalos de las flores o se presenciara el brote de ciertos tubérculos, significará que el amor los rodeará. Si las plantas venenosas perdieran su fuerza, es creencia de nuestros ancestros que tanto la naturaleza como la vida humana y animal, gracias al agua y al fuego se cargarán de alientos sobrenaturales.

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