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POBLACIONES BALLENERAS VASCAS EN EL CANADÁ SIGLOS XIV AL XVII - Prof. Luis Lúquez Minaberigaray

LOS TESTIMONIOS DEJADOS POR EL GEÓGRAFO ALEMÁN, ALEXANDER von HUMBOLDT.

Estas conclusiones han sido tomadas de los trabajos de investigación realizados y publicados por el geógrafo y naturista alemán, Alexander von Humboldt (hermano de Wilmer), durante los años 1804-1805 y 1808, tras realizar sus extenuantes expediciones marítimas llevadas adelante en la isla de Terranova entre los años 1799 a 1804. El compañero de Alexander von Humboldt en aquella extraordinaria aventura marítima emprendida fue Aimé Bonpland (1773-1858), naturista, médico y botánico francés. La excursión comprendió las ya aludidas regiones del Golfo de San Lorenzo, Terranova, Red Bay, Labrador y el Río Hudson.

Por trasmisión oral realizada con los originarios Mi' kmaq, Alexander von Humboldt supo que en siglos anteriores, algunas poblaciones vascas allí instaladas practicaban la pesca a mano de forma peculiar. Mientras algunas tribus acostumbraban atrapar peces que navegaban en cardúmenes densos, lanzándose sobre ellos de cabeza y casi verticalmente, en procura de alcanzarlos entre sus manos abiertas, otros originarios pertenecientes a distintas tribus se dejaban resbalar suavemente por los taludes, deslizándose en forma lenta, con los pies por delante, sin hacer ruido y procurando no agitar las aguas. Al cabo, la acción culminaba con rápidos movimientos de piernas y manos para atrapar la presa deseada.

Siempre de acuerdo con los testimonios recogidos por los expedicionarios europeos, ciertas poblaciones vascas radicadas sobre la margen del río Hudson practicaban la pesca nocturna a bordo de rudimentarias canoas, alumbrando las aguas con teas resinosas, de manera que cuando algún pez de tamaño interesante se acercaba a ellos, lo aturdían de un certero garrotazo en la cabeza. También tenían la posibilidad de recoger verdaderos enjambres de peces pequeños, atraídos por la luz que irradiaban las teas.  De acuerdo a la documentación recogida, la pesca se realizaba manualmente o mediante recipientes con formato de cestos, con calabazas huecas y perforadas junto a los salabardos circulares (redes sujetas a un aro y utilizada para sacar los peces de las redes más grandes), también denominados "BAIAK".

También hemos sabido a través de las publicaciones de este notable viajero alemán que existía un tipo de pesca más complejo, realizado a mano o mejor dicho, a "lazo", que contemplaba la pesca de escualos de gran tamaño. Siempre a su decir, los pescadores permanecían de pie en sus canoas, mientras dejaban caer al mar un bastón de sólido porte, en cuya extremidad quedaba sujetado un fuerte lazo corredizo cuyo cuerpo transcurría a lo largo del palo hasta llegar a la embarcación. Delante de este lazo transportaban un pez atado al extremo de un tallo flexible para permitirle un desplazamiento que imitase al natural. La potencial presa, entonces, buscando morder el pez en cuestión, se introducía en el interior del lazo, momento que aprovechaban los pescadores para tirar de la cuerda y atraparla. Luego, la subían a la superficie y la remataban a golpes de maza o palos, como ya explicáramos líneas arriba.

EL LEGADO DE SAMUEL DE CHAMPLAIN (1567-1635)

Desde los tantos trabajos de investigación dejados impresos por el Geógrafo, Cartógrafo y colonizador francés, también fundador de Québec en el año 1608, luego, Gobernador del Canadá en el año 1633 y considerado el padre del nacionalismo canadiense, sabemos que cuando los pescadores vascos se hacían a los mares, solían acompañarse con oraciones más inclinadas a "los actos mágicos" que a cualquier pensamiento religioso. Por ejemplo, se prohibían pronunciar las palabras "diablo o demonio" y en su lugar utilizaban eufemismos tales como "GORRI-GALTZA GORRI" o simplemente se manejaban con pronombres del tipo "AQUÉL" o "EL OTRO". Siguiendo con las investigaciones de quien estudiara profusamente todas las corrientes migratorias hacia la isla de Terranova y las demás, nos surge que las poblaciones balleneras comenzaban cada jornada talando árboles para construir sus embarcaciones y a su finalización (en un intento más por lograr protección), practicaban ritos de cuyas fórmulas mágicas suponían que dependería el éxito de las pescas posteriores.       

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