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LA OBRA DE VICENTE DE AMÉZAGA - Profesor Luis Lúquez Minaberrigaray

Prosiguiendo con las conclusiones extraídas de los pensamientos del antropólogo francés, Henry Vallois, director del Museo de I' HOMME y del INSTITUTO DE PALÉANTOLOGIE HUMAINE, Vicente de Amézaga nos dice: "Los vascos forman un grupo étnico indiscutible, pero desde el punto de vista antropológico también se diferencian por los caracteres físicos hasta constituirse en una raza."

Los estudios sobre los grupos sanguíneos han puesto en evidencia la existencia, en la sangre de muchos hombres, de sustancias aglutinantes especiales, de las cuales, las más importantes son las llamadas A, B, O y RH. El número de los individuos que poseen una o varias de estas sustancias difiere con las razas y su conocimiento aporta a la antroplogía preciosos informes. Tanto en España como en Francia la sustancia B se da en un 12% de personas, siendo más común, todavía, en el resto de Europa. Esta prácticamente ausente entre los vascos. Los individuos llamado del grupo O alcanzan el 60%, que significa una proporción muy superior a la de todos los otros europeos. Desde este punto de vista, esta constatación presenta curiosos resultados: la sangre de los individuos del grupo O puede ser inyectada sin consecuencias a los demás, vale decir: son donantes universales de la transfusión sanguínea. En síntesis, el país vasco es, por excelencia, un país de donantes universales.

Resultados paralelos se observaron en cuanto a la sustancia de más reciente descubrimiento, la llamada FACTOR RHESUS. Esta característica es normal en la raza africana, pero no está presente en las poblaciones europeas (12% aprox). Indudablemente, el RH- sea el último vestigio de poblaciones prehistóricas de Europa y por supuesto, le pertenece a los vascos.

Vicente de Amézaga también nos ha presentado el informe final del doctor Willam C. Boyd, de la escuela de Medicina de Boston, a la Asociación Americana para el Progreso de la Ciencia. En ella confirma la existencia de la etnia vasca en los albores de la Prehistoria, siempre ubicadas sus tribus en los actuales territorios, aunque más extendidos hacia la actual Cataluña. 

Entre sus notables recopilaciones, Amézaga nos habla de un escritor gipuzkotarra poco apegado al nacionalismo vasco, como lo fue José María Salaverría, autor del libro titulado EL ÚLTIMO BARDO referido a Iparragirre. En uno de sus capítulos hacía alusión a una raza en peligro, orgullosa de su pureza sanguínea que impidió la permanencia de judíos y moros en su propio territorio. Para Salaverría se había tratado de una gesta sin parangón, teniendo en cuenta que sus ancestros vivieron en peligrosos cruce de caminos. Para este escritor, sería necesario fortalecer vínculos internos para defender de la voracidad del extranjero, las riquezas naturales del suelo vasco.

Ciertamente resulta difícil hallar el punto medio donde pueda aceptarse el asentamiento de culturas foráneas sin que esto signifique el licuamiento de costumbres y usos ancestrales que hicieron a una cultura imborrable que se ha alimentado de sus propios pueblos, sin descanso y superando todo tipo de avatares.

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