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ENEKO ARITZA FUNDÓ EL REINO DE PAMPLONA EN EL AÑO 824 | SEGUNDA PARTE - Ing. Federico Arrupe

No obstante los grandes avances evidenciados sobre el modo de actuar de los caudillos baskones frente a la agresiones de los ejércitos francos, ya posicionados férreamente en la Akitania, el inédito reposicionamiento nacionalista no se compadecía con los permanentes atropellos que sufrían las regiones arabesas, casi siempre desguarnecidas y fuera de la alianza general establecida por los principales líderes de los movimientos locales.

Las razones para esta dicotomía comentada habremos de buscarlas en la manifiesta enemistad existente entre el caudillo baskón, Belazko, con los Muza, una familia de origen visigoda, convertida al islamismo y asentada definitivamente en Tudela, al sur de Navarra. Los Muza (pertenecientes a la dinastía Banu Kasi) eran parientes políticos de Eneko Aritza (su madre era la cuarta esposa del Emir) y acabaron siendo los protectores políticos y militares del reino pamplonés, por encima de las propias apetencias musulmanas, salvo, como ya sostuvimos, en el caso puntual del siempre levantisco caudillo baskón, Belasko.

En paralelo, resultará menester recordar que cuando el militar franco, Pipino trató de reestablecer su poder en pamplona, envió una gran expedición militar al mando de los condes Eblo y Asenari, dando lugar a la segunda batalla de Orreaga, en el año 812. justo es decir que el encono del conde Asenari se fundamentaba en que Eneko Aritza había ayudado militarmente a Galindo Galindones (yerno de Azenari) para despojarlo delo reino de Aragón.

Del nuevo y último enfrentamiento de fuste entre los ejércitos francos y los caudillos baskones nos habló en extenso el cronista de "EL ASTRÓNOMO" bajo estas consideraciones:

"Eblo y Asinari, condes enviados a Pamplona con ejércitos compuestos por soldados francos y peones baskongados, en la cumbre misma de Los Pirineos, debido a la perfidia de los montañeses, cayeron en la embosca nocturna y rodeados, muchos soldados fueron cayendo al vacío, otros degollados y otros marcharon cautivos. Por el conde Eblo exigieron un rescate millonario que los fallidos invasores pagaron y al cabo de seis meses devuelto con los cinco de dos de su mano derecha cortados. En cambio, el conde Asenari corrió distinta suerte. Al resultar pariente de Eneko Aritza y de Garsea Malo, le perdonaron la vida y lo enviaron de regreso a sus dominios, aunque nunca más pudo volver a ver a su mujer y a sus hijos, quienes quedaron prisioneros en las montañas navarras como garantía para que nunca más intentara atacar a sus connacionales.

Al mismo tiempo, en la región de Los Pirineos al norte (región del Iparralde), el conde franco, Ludovico Pío, enfrentaba problemáticas insolubles frente a sus hermanos e hijos, por la dirección de un imperio que perdía prestigio y poder militar a cada día.  Esta instancia interminable de batallas intestinas entre hermanos, debilitaba el empeño siempre manifiesto por dominar las distintas regiones de las provincias que conformaban el Ducado de La Baskonia, permitiendo que casi toda la región pamplonesa iniciara un largo período de vida libre y soberana, junto a un reposicionamiento comercial nunca observado antes. De manera que la creación de un reino propio, junto a la asunción de un nuevo monarca originario se acercaba a paso lento, pero seguro.

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